El conejo en salmorejo siempre ha sido un plato que me trae recuerdos de casa. Es una mezcla de olores y sabores que se quedan en la memoria, como ese pan frito que mi abuela siempre ponía en la sartén junto con las vísceras del conejo.
Cuando empecé a meterme en la cocina canaria de verdad, fue ese plato el que me atrapó. Tiene algo especial, el ajo, el pimentón, ese vinagre que no se nota pero que equilibra todo… no sé, es como un abrazo en forma de guiso.
Y ojo, que no es el salmorejo que todos conocemos de Andalucía. Aquí la cosa va por otro lado, es un adobo espeso que se pega a la carne y la hace jugosa, sabrosa, de esas que te invitan a mojar pan sin parar.
La receta de siempre lleva su tiempo, sobre todo por el marinado largo, pero vale la pena. Para mí, ese paso de freír el pan con las vísceras no es negociable, le da cuerpo y sabor a la salsa que ningún otro truco consigue.
Cada vez que lo preparo, siento que no solo cocino un plato, también siento que conecto con mi familia y con Canarias. Eso no tiene precio.
Conejo en salmorejo canario
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